En 1948, la Declaración Universal de Derechos Humanos se estableció como el primer documento global que expone una larga lista de derechos que abarcan un conjunto de situaciones en relación a lo humano, creando así los fundamentos necesarios para abordar las diversas relaciones sociales y culturales de los individuos, haciendo énfasis en la educación como elemento clave en la promoción de dichos derechos, “La educación apuntará al pleno desarrollo de la personalidad humana y al fortalecimiento del respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Promoverá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones, los grupos étnicos y religiosos y demás actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz” (Art. 26, párr. 2).
De esta forma, las competencias interculturales nacen bajo la lógica de los derechos para fomentar una cultura de coexistencia pacífica y armoniosa. Además, La Declaración Universal sobre Diversidad Cultural afirma que “«nadie puede invocar la diversidad cultural para atentar contra los derechos humanos garantizados por el derecho internacional ni para limitar su alcance» (2001, p. 27). Esto quiere decir que los derechos humanos y la diversidad cultural deben existir en simultaneidad, siendo el diálogo intercultural y la diversidad cultural esenciales para fortalecer el acuerdo global sobre los derechos.
Para sostener una cultura global sustentada en los derechos humanos, es necesario tener habilidades para llevar a cabo diálogos interculturales, a través de los cuales los miembros de diferentes grupos puedan aprender unos de otros. Los derechos humanos brindan un terreno común en estos diálogos y son parte de un plan para promover una cultura de paz. El informe Learning: the Treasure within de la UNESCO resalta cuatro pilares de la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser. De allí, que las competencias interculturales, sean fundamentales para "aprender a vivir juntos" en un mundo que se globaliza a un ritmo acelerado, lo que implica la necesidad de entender las diferencias culturales y los beneficios del cambio cultural ( UNESCO, 2017, p. 12-13).
La interculturalidad se presenta como un enfoque esencial para promover la equidad y el respeto a la diversidad en entornos educativos. Esta propuesta de intervención pedagógica implica la identificación y coordinación de diversas disciplinas con el propósito de diseñar y ejecutar estrategias que fomenten el desarrollo de habilidades interculturales en el contexto colombiano. Para este fin, contemplamos la incorporación de áreas como la psicología, la pedagogía, la sociología y la filosofía intercultural, con el objetivo de abordar de manera integral los distintos aspectos del proceso educativo.
Esta propuesta integra la psicología educativa para abordar las dimensiones psicológicas de los estudiantes en contextos interculturales, reconociendo que el aprendizaje está ligado a su entorno sociocultural. A través de teorías como la de Vygotsky (1979) se enfatiza en la interacción social y participación activa en el aprendizaje. La discusión, el debate y la colaboración profundizan la comprensión y facilitan el intercambio de conocimientos, respeto a las diferencias y la validación de diversos saberes.
En el aspecto pedagógico, siguiendo el estudio de Espinosa (2016, p. 150), la educación centrada en la diversidad se basa en el diálogo, la escucha activa y la expresión de ideas, valorando múltiples voces y perspectivas. Este enfoque que va más allá de impartir conocimientos, respeta los estilos de aprendizaje individuales y se centra en el desarrollo de actitudes. Valoriza las identidades individuales y fomenta la tolerancia y el respeto, reconociendo la diversidad como un enriquecimiento de la experiencia educativa.
Este enfoque hacia lo actitudinal nos obliga a considerar otras perspectivas, una de ellas es la filosofía intercultural en la cual emergen los conceptos de ética y política abordados desde la perspectiva epistemológica, dando paso al diálogo entre cómo actúa e interactúa el individuo para la cimentación de su conocimiento. Frente a lo expuesto (Pérez et al.,2023 p.17), las transformaciones que se dan como resultado de la interacción, neutralizan las diferencias, dan paso a la construcción a través del flujo de convicciones, apreciaciones, narrativas, entre otras. La filosofía intercultural propicia las manifestaciones que consolidan y difunden la identidad.
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