En el contexto colombiano, abordar la interculturalidad implica analizar las circunstancias que generan encuentros culturales. A pesar de la diversidad histórica del país, las condiciones sociales actuales exigen estrategias educativas para enfrentar esta realidad. La migración interna, especialmente de áreas rurales a urbanas, ha desempeñado un papel crucial en la evolución hacia un modelo de desarrollo capitalista. Este fenómeno ha dejado una huella profunda en la historia de Colombia, alterando la composición regional de la población y creando una dicotomía entre la ciudad y el campo, con dinámicas de desarrollo divergentes.
Factores como la violencia, el despojo de tierras, la calidad de servicios básicos, la salud, la educación, las oportunidades laborales y la afiliación a grupos sociales han impulsado este proceso migratorio (Castro, 2016, p. 1564). La migración interna ha impactado la formación de identidad social, involucrando elementos culturales, económicos, políticos, sociales y territoriales. Según Gil et al. (2022, p. 4), el conflicto colombiano y los procesos resultantes de desplazamiento forzado han generado conflictos culturales significativos. Por lo tanto, es esencial abordar estos problemas desde una perspectiva intercultural más allá de lo étnico.
Por otra parte, en la última década, Colombia ha experimentado transformaciones significativas debido a una notable inmigración. Dichas transformaciones políticas, sociales y culturales, como la inclusión de estudiantes extranjeros en las escuelas del país, sugieren la necesidad de mejorar aspectos como el reconocimiento de otras tradiciones en nuestro entorno, para promover el comportamiento y la integración de estas nuevas minorías culturales.
Según el Ministerio de Educación, casi el 97% del territorio nacional alberga a niños, niñas y adolescentes migrantes de Venezuela. En Colombia, el país con la mayor cantidad de inmigrantes venezolanos ha experimentado un notable incremento en el número de estudiantes de dicha procedencia, pasando de 34.030 en 2018 a 573.846 en 2022. A partir de los informes de Migración Colombia, las bases de datos del Sistema de Matrícula Estudiantil de Educación Media y Básica (SIMAT) registran un total de 496.027 estudiantes de este país (Palomares, 2023, sección educación, párr. 1-4).
Abordar la educación para la interculturalidad dentro de este contexto complejo no es una tarea fácil. La descentralización de lo cultural hacia experiencias de nomadismo contemporáneo y la desestabilización sociocultural por factores económicos, políticos o de conflicto armado, obligan a un enfoque multidisciplinario. Ante la creciente diversidad social, las escuelas deben adoptar enfoques interculturales para promover la inclusión y reconocer la diversidad cultural. Esto implica sensibilizar a la comunidad escolar hacia la apreciación de las diferencias, con el objetivo de formar ciudadanos responsables y tolerantes.
Este cambio representa un desafío para los docentes, ya que deben adaptar sus decisiones para atender las necesidades de todos los estudiantes, no solo de la mayoría. Sin embargo, lograr estos objetivos no puede recaer únicamente en los docentes; se necesita la participación de toda la comunidad educativa, incluyendo la escuela, la familia y el entorno.
La ausencia de un enfoque sistemático para el desarrollo de competencias interculturales en la educación actual puede generar barreras para el entendimiento y respeto intercultural. A pesar de los principios de igualdad promovidos por la agenda 2030 de las Naciones Unidas (2018, p.29) la educación aún debe adaptarse. Los modelos actuales se centran en habilidades cognitivas, sin buscar una transformación profunda del individuo como ente social y cultural.
Este vacío puede causar conflictos y malentendidos entre estudiantes de distintas culturas. Por ello, esta iniciativa de intervención tiene como objetivo instaurar una escuela inclusiva que celebre las diversas características que configuran nuestra sociedad, reconociendo que las escuelas son un reflejo de esta multiplicidad.
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