En cuarto lugar, la socioformación en la educación implica la promoción de la educación para la ciudadanía. La educación para la ciudadanía es un enfoque pedagógico que tiene como objetivo desarrollar habilidades sociales, emocionales y éticas en los estudiantes para que se conviertan en ciudadanos activos y comprometidos en su entorno social. La educación para la ciudadanía brinda a los estudiantes la oportunidad de aprender sobre los valores democráticos, la justicia social y los derechos humanos, y les proporciona herramientas para actuar de manera crítica y responsable.
Tras reconocer que tanto la sociedad como la
escuela deben centrarse en la diversidad para abordar de manera completa las
necesidades de la sociedad, y comprender que el desarrollo profundo del
conocimiento sólo puede lograrse a través de una perspectiva social, donde la interacción
y el diálogo con el otro juegan un papel crucial en el proceso de aprendizaje,
surge un nuevo paradigma que va más allá de la mera aceptación de la diversidad
y la promoción de valores inclusivos. Este concepto, conocido como
sociointerculturalidad, implica un análisis crítico de la integración de la
cultura en el aula y la gestión de las relaciones sociales.
Según Guerra y Meza (2014), la
sociointerculturalidad va más allá al enfocarse en la interacción activa y el
diálogo entre diferentes culturas, promoviendo la comunicación y el
entendimiento entre personas de distintas culturas. Este enfoque reconoce que
la diversidad cultural no solo debe ser observada pasivamente, sino que también
debe ser activamente abordada y valorada, especialmente en contextos donde
varias sociedades y sus culturas se reúnen en eventos regionales, nacionales o
institucionales como parte de su historia política. En estos escenarios, la
sociointerculturalidad se plantea como un holograma con efectos dinámicos entre
las microestructuras y las macroestructuras, demostrando la interdependencia de
diversos aspectos culturales en juego.
De esta manera, el reto de la educación del
siglo XXI está enmarcado en tres aspectos fundamentales, en primer lugar
comprender la responsabilidad de la escuela como institución mediadora entre el
mundo familiar y el mundo social, donde el objetivo es formar de manera
integral a la ciudadanía. En segundo lugar, la comprensión de los fenómenos
sociales actuales a partir de los conceptos diversidad e inclusión, que exigen
olvidar la idea de unificación o uniformidad, y en tercer lugar, la
implementación de planes de trabajo para la transformación de la educación
desde una perspectiva crítica, que reivindique e imparta al tiempo justicia en
la formación.
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