Esta primera mirada acerca de la socioculturalidad fue el gran paso que permitió a la educación dar un mayor valor a dos aspectos que hoy consideramos fundamentales dentro del campo educativo, por un lado la interacción social en el proceso de aprendizaje y por el otro, la necesidad de incorporar  elementos culturales para fomentar el desarrollo de actitudes apropiadas para abordar la diversidad, tanto en el entorno educativo como en la sociedad en general.

A partir de este enfoque, una de las principales áreas de transformación en los sistemas educativos de América Latina, debido a las características sociales y culturales que presenta el continente y a fenómenos como la colonización y  la migración, se ha centrado en la inclusión y la equidad. Muchos países han implementado políticas y programas que buscan reducir la brecha educativa entre diferentes grupos sociales incluyendo aquellos de bajos recursos, comunidades rurales y poblaciones indígenas. Lo anterior, corresponde a los procesos de la socioformación (Vázquez et al., 2017), que se puede llevar a cabo en diferentes contextos educativos, ya sea en el aula, en proyectos comunitarios, en actividades extracurriculares o incluso a través del uso de las tecnologías de la información y comunicación. En este sentido, cualquier herramienta puede ser un recurso valioso para promover la interacción social y la colaboración entre los estudiantes, permitiendo la conexión con personas de distintas partes del mundo, ampliando sus perspectivas.

En Espinosa (2016), la pedagogía enfocada en la diversidad se define como una pedagogía del diálogo; la cual implica un compromiso con la escucha activa y la expresión de ideas. En un aula diversa, esta pedagogía se traduce en la apertura a las múltiples voces y perspectivas presentes. Es un enfoque que no sólo busca enseñar, sino también aprender de los estudiantes, respetando sus ritmos y estilos de aprendizaje únicos. La interacción social y la participación activa pueden potenciar el aprendizaje, ya que, al discutir ideas, debatir y colaborar, los estudiantes profundizan su comprensión de los temas y adquirirán nuevos puntos de vista. Además, al trabajar en equipo, se promueve el intercambio de conocimientos, la construcción colectiva del saber, el respeto a la diferencia y  la validación de los conocimientos que se alejan de la tradición occidental, la cual sin duda era la base de la educación del siglo XIX.

En este sentido, la pedagogía sociocultural se distingue claramente del enfoque tradicional de enseñanza. A diferencia de este último, no sólo se concentra en el desarrollo de habilidades cognitivas, sino también en actitudes. Se centra en la valoración y celebración de las identidades y culturas individuales de los estudiantes en lugar de intentar homogeneizarlos. Promueve la tolerancia, la solidaridad y el respeto mutuo en el aula. Asimismo, reconoce la diversidad no sólo como un acto de justicia, sino también como un medio para enriquecer la experiencia educativa de todos los estudiantes.

La diversidad pedagógica se centra en la adaptación de las prácticas educativas para abordar las necesidades individuales y grupales de los estudiantes; reconociendo que los estudiantes tienen diversas formas de aprender y diferentes niveles de habilidad. Los enfoques pedagógicos inclusivos buscan crear ambientes de aprendizaje que sean accesibles para todos los estudiantes, independientemente de sus diferencias. La perspectiva sociocultural nos permite explorar cómo las personas utilizan y transforman herramientas y tecnologías culturales, y cómo se involucran en prácticas sociales, discursivas y culturales en sus vidas cotidianas. Es importante señalar que estas prácticas son dinámicas y cambian en función de la interacción interpersonal, los objetivos de la tarea y el contexto en evolución.

En contraste con enfoques que conciben la cultura como un conjunto de variables independientes, el enfoque sociocultural la deja ver como una práctica de individuos específicos. Reconoce que las actividades socioculturales y los procesos psicológicos operan en diferentes niveles de análisis y no pueden entenderse mediante relaciones mecánicas. Más bien, se enfoca en estudiar en detalle las características de las actividades socioculturales y cómo influyen en el desarrollo humano.

El éxito de las diferentes estrategias que se implementen, ya sean a nivel de política pública, lineamientos, decretos, leyes, entre otros, no cobrarán valor sin la integración de cada uno de los miembros implicados en el proceso de enseñanza - aprendizaje ( De la Oliva et al., 2015). Es por ello que junto a lo mencionado con respecto al enfoque sociocultural, planteamos la socioformación en la educación como un enfoque pertinente para propiciar el desarrollo sociocultural bajo la premisa del respeto por el otro.

De acuerdo con Martínez et al. ( 2019),  la socioformación en la educación en primer lugar, implica la incorporación de elementos pedagógicos centrados en el estudiante, promoviendo su intervención  en el proceso de aprendizaje, fomentando el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, y  brindando herramientas para comprender y analizar su entorno social. En este sentido, el aprendizaje experiencial, la metodología de proyectos y el trabajo colaborativo son algunas de las estrategias pedagógicas que se utilizan para promover la socioformación en la educación.

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